Cuando el Tiempo está enamorado, la brisa trae el aroma de la vainilla y la canela, los atardeceres se pintan de oro y sueños y las horas pasan dulces y rápidas, como besos fugaces robados a escondidas.
Los rayos del sol pintan el otoño de miel y suspiros, y a veces casi pueden sentirse las suaves caricias del Tiempo en el rostro, como cabellos dorados acariciando tus mejillas.
Cuando el Tiempo está enamorado, los corazones de dos amantes laten a un tiempo, y los abrazos traen dentro nuestro parte de ese sol que brilla fuera, llevándose consigo el frío y el miedo.
Cuando esto sucede, las flores crecen con más fuerza, como compitiendo para que el Tiempo las elija a ellas como regalo para aquel que haya atrapado su corazón.
Cuando más puede sentirse que el Tiempo se ha enamorado es durante las últimas horas del día. Ese momento en que el sol cae, endulzando el aire de esperanza y oro líquido, llevándose consigo la tristeza y el dolor del día ya acabado, y trayendo la belleza del próximo nuevo amanecer.