martes, 22 de septiembre de 2015

Acantilado

Una fría neblina llegaba desde la bahía atravesando los bosques. Al filo de la muerte, él pensaba que su situación era desesperada. Comenzó a recordar cómo había llegado allí, aunque todas las razones de ese intrépido escape parecían insulsas y vacías.
Así que Zul, colgado de un viejo árbol blanco, miró hacia abajo, anhelando volver a donde había estado unos minutos atrás, con esa bestia, la más salvaje del lugar, pero a salvo.
Había sido un milagro que se hubiera salvado, por fin volvería con esa persona, la razón de su vida, por lo que él luchaba todos los días; pero... No pudo, sus fuerzas eran inútiles, su cuerpo dejaba de reaccionar. Él moriría, ahí, solo. Se puso a reflexionar. ¿Para qué había hecho esto? ¿Para sentirse vacío e inútil? Tal vez no se debería de haber escapado, si no lo hubiera hecho seguramente estaría mejor y en la tranquilidad del silencio de sus pensamientos.
Lo decidió. Todo lo que había hecho era inútil. ¿Para qué seguir con su vida? Se puso al filo del acantilado, cerró los ojos y se dejó caer.
Por lo menos ya estaba en paz consigo mismo.