martes, 15 de septiembre de 2015

El asesino de la Gran Manzana

Había una vez en un oscuro callejón de Manhattan, Nueva York, un cuerpo en descomposición. Este le pertenecía (o le había pertenecido) a un cazador oculto que había sido encontrado. Se hacía llamar "Gato Negro" y trabajaba con los terroristas de la zona asesinando personas.
Cuando estas lanzaban su último grito, su último grito de guerra, era cuando él había cumplido su función. Él los masacraba. Uno de sus casos más conocidos había sido cuando había comido la carne de ese hombre y bebido su sangre.
Se hallaba de costado cuando agonizaba recordando las voces sin rostro de sus víctimas.
La policía pasó, incluso un carro nupcial, pero su muerte seguía pasando desapercibida.
No había salida, sus pantorrillas estaban amarradas juntas imposibilitándole el movimiento; en ese momento no tenía idea de las nuevas complicaciones que vendrían.
"He resucitado", dijo con sus últimas fuerzas, "porque mi muerte anterior fue mi vida, y esto que ha pasado mi descanso, que acabará pronto, y me traerá de vuelta".
Y así fue como Hugh Walker, su nombre propio, el asesino de la Gran Manzana, se despidió para ¿alguna vez volver?