- Pero, señorita, sus piernas le van a servir para poder salir a la superficie y conquistar al príncipe.
- Sí, ya sé. Pero, como le estoy diciendo, con mi voz le alcanza, no necesito unas piernas.
- ¿Está segura, señorita? - Me dijo con voz preocupada.
- Sí, muy segura, ya tengo planeado mi plan, no se preocupe - le dije, segura.
Salí nadando rápidamente de su cueva, subí nadando hacia la superficie, y me apoyé sobre una roca, cerca de la orilla, a esperar a que el príncipe apareciera. Al cabo de un rato, veo al príncipe caminar descalzo por la arena, acompañado de su perro; los miro fijamente y me preparo para saltar al mar, para después empezar a acercarme.
Siento cómo mis cuerdas vocales se aflojan y mi canto suena, hermoso, dulce y melancólico al mismo tiempo. Como ya lo esperaba, el príncipe gira inmediatamente la cabeza y sus ojos quedan fijos en mí; veo cómo se empieza a acercar lentamente y su perro sale despavorido, mi voz cobra más fuerza y él se empieza a acercar más y más; hasta que, cuando lo tengo suficientemente cerca, con el agua al torso, agarro su cuello y lo meto abajo del mar para poder ahogarlo. Veo cómo poco a poco pierde fuerza y su último respiro sale de sus labios. Listo, mi trabajo está hecho, ahora a comer.