Justo en el centro. Justo en el centro se le ocurría a uno caerse. Caía. No podía parar. La espesa agua que entraba por mi garganta se había desintegrado al tiempo que llegaba a mi estómago y estaba empezando a acabar con el poco espacio que me quedaba. Mi vida iba a terminar. Todas lo hacen. Comienzan y terminan como si nada. La vida es trémula y te da ganas de llorar, de gritar, de descansar, de estallar... Empiezo a toser, saliva, agua, saliva. Todo lo que antes veía bien parece desaparecer. Todo lo que yo conocía como límites se evapora para nunca más volver. La sangre que antes corría por mis venas se coagula. Mi cuerpo antes normal es ahora verde. El primer signo del final. La última gota de sangre deja mi corazón para nunca volver a correr de la misma forma.