Lestat me miró con esos ojos de vampiro hambriento. Un escalofrío corrió por mi espalda, y quedé inmóvil. Sólo podía mirarlo, mientras se acercaba lentamente a mi cuello.
Seguía sin poder moverme, ni un solo movimiento y no sabía el por qué. Solo supe que no dejaba de mirar esos ojos que Lestat tenía: eran grandes y de un color rojo brillante, estaban bien abiertos.
Él seguía acercándose a mi cuello, estaba muy cerca. Tenía muchas ganas de correr, aunque obviamente no podía; y gritar era inútil, porque solo éramos Lestat y yo. Ya se concretaría, iba a dejar mi antigua vida y vivir otra completamente nueva; iba a dejar de ser mortal para pasar a ser una inmortal.
En fin, sería una persona completamente diferente, con diferentes hábitos y adaptaciones, y hasta quizás con esos ojos rojos y brillantes.
El vampiro finalmente tocó mi piel con sus colmillos; en este momento pensé: “adiós, vida de humana; hola, nueva vida y experiencia de vampira”, y me mordió.