Bien, obviamente escucharás solo la verdad, porque por más que vayas a sentirte muy confundido o tu reacción no vaya a ser muy agradable te merecés y debés saber lo que en verdad te ocurrió en medio de la noche: al llegar del trabajo, mucho antes de lo que te pasó, hiciste lo de siempre: subiste los tres pisos por escalera hasta llegar a tu cuarto. Ahí, te sacaste la ropa que habías usado
para trabajar, inclusive los tacos altos de siempre, y te pusiste tu pijama. Bajaste para cenar, luego te dirigiste a la sala para ver la televisión, ya que, como todos los días de la semana, daban tu novela favorita. Más tarde fuiste al baño; te lavaste los dientes y te peinaste para irte a dormir. Como escuchás: la misma rutina que hacés los viernes; pero después de esto lanzaste un grito al aire desde tu habitación. Acá viene la parte en la que tu reacción no será agradable: gritaste porque tu cuerpo ya no estaba, es decir que vos sí estabas presente, pero no tu cuerpo. Mientras los vientos del sudeste golpeaban la ventana fuertemente, mirabas hacia todos lados: arriba, abajo, el lado derecho y el lado izquierdo de la habitación; pero no con tus verdaderos ojos, sino con esos ojos de gato que poseías.
Sé que te parece todo incoherente y que tal vez esto no parezca real, sino un sueño, pero es la verdad. Y ya es tiempo de que, sin demora, vayas a solucionar esta muy extraña transformación que tenés.