miércoles, 22 de junio de 2016

Érase una vez...

Érase una vez un pequeño niño, amante de la lectura. Día y noche leía. Horas, semanas. Básicamente devoraba altos libros en días de lectura. Cuidaba con su vida su estantería.
Pero había un libro especial.
Ese que le traía paz, felicidad, esperanza.
Caminaba en círculos dos veces, se estiraba cuatro y se sonaba la nariz cinco, por las dudas, antes de agarrarlo.
Pudo haber elegido otro. Pero no.
Ese era. Amaba Peter Pan.
Revoleando los ojos por los gritos de su padre, se tapó los oídos.
En silencio, fue a ver qué sucedía.
Las medias que usaba se ensuciaban a cada paso que daba mientras bajaba las escaleras.
Por la puerta, observó una silueta.
Robusto, masculino.
Un plato de sopa reposaba en la mesa, junto a los dibujos que le había hecho a su madre.
Una mancha carmesí en el piso.
Se escuchaba el agua de la canilla correr, pero ya ningún sonido de parte de su padre.
Vio un dibujo suyo en el suelo, junto a la mesa.
Con indignación y berrinche infantil, terminó de bajar las escaleras.
Lo que vio lo dejó perplejo.
¿Qué le había pasado a su mamá?
¿Por qué estaba tirada en el suelo?
¿Por qué había sangre tras ella?
¿Por qué su papá lo miraba furioso?
¿Acaso no lo quería?
¿Por qué se dirigía a él con los puños cerrados?
Cerró los ojos, esperando lo peor.
O lo mejor.
Tal vez, podría quedarse en el País de Nunca Jamás.
Tal vez, podría ser un niño para siempre.

viernes, 17 de junio de 2016

Hoy jueves...

Hoy jueves 14 del 2016 he vuelto a encontrarme a otro animal muerto en el camino. Era un perro, bah, un cachorro, de pelaje blanco con algunas manchas café.
Es la cuarta vez que encuentro animales muertos en estos primeros días de la semana, lo más triste es que se ve que los hicieron sufrir. Los encuentro todos lastimados, con golpes, cortaduras, marcas que demuestran haber sido brutalmente asesinados. Cómo odio a la gente que hace este tipo de cosas, me dan tanto asco.
Todavía no entiendo cómo es que existen seres humanos así, con esta mentalidad, acaso creen que los animales son objetos con los cuales pueden divertirse.
¡No son así las cosas! (Maldita sea)
Ojalá hubiera justicia, pero no la hay, ni se preocupan por este tipo de temas, si tuviera la fuerza, la valentía para poder vengarlos, les haría sentir el dolor que les produjeron a ellos, los animales.
Agarro al perro y empiezo a caminar por la pradera buscando un lindo lugar donde poder enterrarlo, para que pueda descansar en paz.
Me manché toda la remera con su sangre pero no me da asco, como le daría a la mayoría de la gente.
A mí me produce ganas de llorar. Llorar por él, por todos los animales que matan por diversión, llorar por la existencia de gente estúpida, gente ignorante, sin corazón.
No aguanto más y me largo a llorar.
Cuando ya estoy más tranquila empiezo a cavar, con mis manos, el lugar donde voy a poner al perro. Lo coloco ahí y lo tapo, de paso le dejo una flor bellísima que encontré por ahí.
Me levanto y comienzo a caminar dirigiéndome a los entierros que hice anteriormente, dejándoles flores. Mientras lo hago, en mí crece el odio que siento por la raza humana. Cada vez crece más y más pero no puedo hacer nada, solo soy un niño, un niño de diez años.

jueves, 16 de junio de 2016

Lo conociste un jueves...

Lo conociste un jueves, ¿recuerdas? Llevabas tu suéter favorito, sí, el blando que es demasiado largo por las mangas. Raramente lo usas, pero sentiste que iba a ser un día especial, aunque eso sería subestimar lo que pasó después. Mientras caminabas al trabajo escuchaste un maullido, un gato sobre un árbol, trataste de saltar lo más alto que podías pero sin resultados porque tu altura no te lo permitía; una risa se escuchó detrás tuyo. Azul. Fue lo primero que notaste, ese color te trajo memorias de tu peluche favorito, ese que era de un azul tan brillante que te cautivaba. Al parecer, luego de tanto años, ese color lo sigue haciendo. Estabas atónito, el mundo pareció parar por varios minutos, un desconocido te preguntó si te encontrabas bien. Te sonrojaste y comenzaste a balbucear. ¿Qué te sucedía? Parecías no poder controlar tus palabras. El desconocido te ayudó a bajar al gato del árbol. Se quedaron hablando, hasta que te diste cuenta de que estaba oscureciendo. El tiempo pareció volar, una tristeza se apoderó de ti al ver que era hora de despedirse; seguro ese sentimiento se notó en tu rostro, ya que el chico preguntó por tu número. Arreglaron una cita, así es como comenzó todo.
Empezó a decaer un lunes, habían arreglado salir juntos, se encontraron en el lugar acordado y conversaron por unos minutos hasta que cayeron en un silencio, antes esto no habría sido incómodo pero por alguna razón lo fue. Recordabas esos momentos en los que soñaban con escaparse hacia las montañas por un tiempo, siempre quisieron ver la nieve juntos, porque lo único que lograban ver en su ciudad era la lluvia. Él comenzó a jugar con el borde de su remera, algo que hacía cuando estaba nervioso. Se notaba en su cara, cosa que llenaba de miedo tu corazón, parecía querer decir algo pero no encontraba las palabras. La cita terminó, se abrazaron para despedirse. Llegaste a tu casa; tirando el abrigo sobre tu cama notaste caer un papel del bolsillo. Era una nota:
"No tengo el coraje para decirte esto a la cara. Lo más probable es que luego de esta nota me odies y pensarás que todo por lo que pasamos fue una falsedad. Hace muchos años que planeo esto, incluso antes de conocerte, batallando internamente si decidía quedarme por ti o irme por mi propio bien. Sé que jamás te olvidaré y espero que tú no me olvides a mí. Lo siento y te amo."

[Tal vez ocurrió así:]
La nota cayó suavemente sobre el piso, te quedaste mirando fijamente el papel por lo que parecieron minutos. Una lágrima cayó, tocaste tu mejilla, sintiéndola húmeda; estabas llorando pensando en que tal vez ese era tu amor verdadero y se acababa de escapar de entre tus dedos sin poder hacer nada al respecto. Todas las emociones que sentías al mismo tiempo te agotaron y decidiste descansar. Esa noche soñaste con ojos azules y suaves caricias.

[O tal vez ocurrió así:]
La nota cayó suavemente sobre el piso, te quedaste mirando fijamente el papel por lo que parecieron minutos. Una lágrima cayó, tocaste tu mejilla pensando en todos los buenos momentos que habían pasado juntos. Lo más probable es que ese fuera el amor de tu vida y se alejó de ti sin poder hacer nada al respecto. Estabas muy abrumado por tantos sentimientos. Secando tus lágrimas decidiste que mañana sería otro día, pero hoy te encontrabas muy cansado. Te recostaste en la cama cayendo, casi inmediatamente, en un sueño profundo donde ojos azules te miraban con adoración y sus manos te acariciaban delicadamente.

viernes, 10 de junio de 2016

Historia de un hombre, un halcón y dos ojos

Si de verdad anhelas tanto ese poder, escucha.
Ve al cementerio y busca la tumba de tu mejor amigo y dile lo que sientes por él, pero al revés. Si lo haces bien, entonces se abrirá un portal que te llevará a donde necesites ir para conseguirlo. Cuando entres verás que aparecerás en un pasillo que parece que no tiene fin.
Tú solo camina hacia adelante sin detenerte.
Podrás sentir el espíritu de tu amigo preguntándote por qué. ¿Por qué carajos estás haciendo eso? ¿Por qué lo mataste? ¿Por qué tanto para conseguir aquello?
Te sentirás culpable y querrás asesinarte, pero tu ego, tu avaricia harán que sigas adelante. Comenzarás a correr porque el miedo empezará a atraparte.
Tu amigo se convertirá en un halcón para poder seguirte el paso.
Sentirás cómo sus ojos están clavados en ti.
Sentirás su dolor. Pero seguirás adelante.
De repente comenzarás a sentir cómo cuchillas atravesarán tu cuerpo. Sentirás un dolor tan tremendo que trastabillarás pero seguirás porque ya estarás llegando a tu destino.
Una luz te cegará po9r un momento; eso significará que ya has llegdo.
El último paso que tendrás que cumplir si es que quieres la inmortalidad será borrar tu memoria, no recordarás nada, solo andarás por ahí sin saber quién eres, solo una cosa recordarás y será todo lo que has hecho para poder conseguir la maldita inmortalidad. Y vivirás con eso toda tu perra vida.

jueves, 9 de junio de 2016

Historia de un hombre, un águila y una mano

Les contaré una historia que parecerá de lo más extraña. Comenzará en una tierra muy lejana; un hombre caminará por el valle, al mismo tiempo plantará flores, saltando felizmente a un paso acelerado, porque pronto tendrá que volver a su hogar, ya que seguramente su águila lo estará esperando tranquilamente en su jaula.
Al llegar, el hombre tardará en reparar en que la presencia de su águila será ausente. Desesperado saldrá al jardin y alzará su mano como señal de que su mascota será su valiosa compañera en su nueva aventura. Un sonido retumbará por toda la ciudad; eso va a ser la señal que indicará que el águila volverá a su hogar.

jueves, 2 de junio de 2016

Danzar...

Danzar.
Sentir sus brazos y piernas moverse delicadamente al compás de una canción le apasionaba mucho. Era lo suyo, y lo sabía.
Amaba sentir las miradas de los demás sobre ella. Sentirse desnuda, vulnerable, solitaria.
Única.
Humana.
Llena de vida... La poca que le quedaba.
Quería salir, gritar, llorar, hacer de todo, pero el tiempo la acorralaba.
Su vida iba pendiendo de un hilo pequeño...pero fuerte.
Aún quería vivir.
El lunes había recibido un papel.
Firmado con el sello del Hospital Italiano, lo había abierto con miedo.
Las lágrimas no tardaron en aparecer, y junto con sus esperanzas de viajar, su ánimo se destruyó.
Lloró todo el día restante.
A sus 28 años de edad, iba a morir.
Sin lograr nada más que trabajar en un teatro de baja reputación.
A su novio ni siquiera le había asombrado la noticia.
Le había dicho simplemente que se cuidara mejor, que ya se lo esperaba con sus problemas de alcohol.
Nada más.
Y se retiró de su hogar.
Ese que habían construido juntos con amor y dedicación hacía diez años, cuando aún era una ingenua y se dejó llevar por el enamoramiento, las dulces mentiras.
Y ahora, la triste verdad.
El amor que le había profesado había quedado atrás, junto con sus ansias de casarse y tener hijos.
Todo eso había desaparecido.
Así, de forma rápida, como la luz abandona los ojos de un muerto.
Decidió volver.
Dejó una nota en el pequeño departamento de Berazategui donde vivía, y partió.
Tomó el micro hasta el Maipo, donde trabajaba.
Mientras hacía los papeles de renuncia, vio cómo una artista audicionaba. Se presentaba como actriz de comedia, Lola Membrives.
Sonrió al ver a la joven.
Sentía que iba a llegar muy lejos en ese lugar.
Cuando salió, triste, tomó el ferrocarril.
Todavía tenía kilómetros por recorrer, quería olvidarse de los lugares que solía conocer.
De la gente que solía amar.
De los sueños que deseaba alcanzar.
Prometió no llorar.
Bajó del ferrocarril.
Ahí estaba, el barrio donde vivía de pequeña.
Caminó largas cuadras hasta llegar al hogar de su madre.
Tocó la puerta tres veces, y abrieron. Ella estaba ahí.
Gastada por la edad, pero aún bella.
Con arrugas adornando su cara, pero todavía hermosa.
Le sonrió.
El asombro se notaba en la cara de la anciana, sin embargo la dejó pasar.
Preguntó por sus hermanas.
Supo que todas se habían casado y mudado con el paso del tiempo.
Charlaron un rato más, hasta que la mujer de mayor edad quiso descansar.
Rita la acompañó hasta el cuarto y la arropó. Se despidió de ella deseándole buenas noches y con un beso en la mejilla.
Como si fuera la última vez.
Cerró la puerta y se dirigió a su cuarto. Melancólica, se acostó.
Sus pensamientos se volvieron negros.
Empeñada en escapar, sentía cómo poco a poco se iba.
Sus emociones habían colapsado.
Buscó con desesperación en su maleta su medicamento para el hígado.
Lo encontró.
Sus manos temblaban. ¿Iba a hacerlo?
Fue hasta la cocina y también buscó el whisky.
Se había decidido.
Había tocado fondo, y fue amor a primera vista.
Esa vida llena de sonrisas injustificadas y sueños vacíos iba a acabarse.
Rezó por su madre.
Y por ella.
Para que la tierra abrace su alma y la sostenga.
Para que su enfermedad se cure en el interior del atardecer.
Para que nazcan flores en las oscuridades de sus pensamientos.
Para ser feliz, y morir en paz.
Había empezado con una enfermedad en sus entrañas, y terminó así.
Tomando una sobredosis de medicamentos y el alcohol más fuerte que encontró.
Sola.
Triste.
Así, había fallecido.

"Siempre había querido ser feliz.
Tener la familia perfecta.
Un esposo amoroso, un hogar.
Hijos.
Amor.
Pero al parecer no siempre es así.
Lamento haberme ido de esta forma.
Me he apegado mucho a donde me caí, es verdad.
Estoy empeñada en escapar.
Veo cómo te alejas.
Tengo miedo."

Este fue el último llamado de ayuda de Rita Marzi, de 28 años, parte del sector de danzas en el Maipo, escrito en una nota encontrada por su novio en su departamento. Muerta el 23 de abril de 1933, en el partido de Chivilcoy.
Un mes después, Lola Membrives debuta en el Maipo con "Bodas de Sangre".