La serpiente avanza lentamente, sin embargo, nunca llega, lejos, lejos, siempre lejos, aunque no te muevas nunca llega.
Las ideas invaden tu mente una tras otra; nunca buenas, todas inútiles, llenan tu cabeza para nada, peleando por ponerse una delante de la otra, como si hubiera un foco que las iluminara.
Tratás de pararlas, es más difícil de lo que parece.
Construís una barrera.
Silencio y una eterna oscuridad es todo lo que queda.
La nada, un vacío sin fin.
Un siseo resuena en tu oído; no sabés cuándo; pero la serpiente sube a tu mente, traspasa el muro sin esfuerzo alguno.
Comienza a infectar todos los rincones sin llegar a un final.
No escapás o te resistís, dejás que tu cabeza se siga corrompiendo.
La serpiente se vuelve cada vez más parte de vos.
No sabés dónde terminás vos y dónde comienza ella.
Ambos sienten cierta exaltación ante esto.
Un cambio. Algo nuevo.
"Mamá me lo advirtió", recordás todas las veces que la ignoraste.
Ya no te daba igual, es un cambio que exige ser reconocido.
Nadie te advirtió lo suficiente.
Nadie te informó el cómo te afectaría.
Fue como un huracán para el que no estabas preparado.