En el patio de un colegio de monjas se encontraba Zule, una niña de 11 años que amaba jugar con muñecas.
En ese recreo estaba jugando con sur favorita, Mile, una muñeca tan brillante como un chorro de luz, parecía hecha de oro.
Zule no solía hablar con sus compañeros pero hoy, Juan, un chico con el que nunca había cruzado palabra, se vio extrañamente atraído por su muñeca.
Juan intentó agarrarla pero él no sabía que estaba prohibido. La niña, sin dudarlo se la arrebató de las manos y salió corriendo.
En los árboles del patio, que pocos había, se escondió Zule. Llorando y desesperada zarandeó a la muñeca rápidamente pero no lo logró. Ya había sucedido.
Juan, en puntas de pie para que ella no lo escuche, se acercó y le dijo:
- Perdón, Zule, no sabía que no podía tocarla, pero su aspecto me atrapó.
- Me la robaste, era mi mejor amiga, ahora nada será igual.
Juan, desentendido, comenzó a oír una voz en su cabeza, que parecía triste, como si llorara. Se estaba volviendo loco, no entendía qué pasaba. Logró emitir su propio grito para que alguien lo ayudara pero lo único que veía era a Zule riéndose y decidió alejarse de ella.
Mientras atardecía, Juan estaba aún más desesperado, no paraba de oírla.
Quería morirse.