sábado, 14 de abril de 2018

El libro maldito

Estoy en el tren, rumbo a mi nuevo hogar. Un pueblo alejado de la ciudad, en una pequeña pero reconfortante cabaña cerca de un bosque. El tren para, tomo mis maletas y bajo. Las personas son misteriosas, es un ambiente solitario y triste, pero para mí, es el paraíso.
Camino por las calles solitarias mientras el sol ilumina mi rostro.
Después de tanto caminar, por fin llego a mi destino, una cabaña rodeada de una cerca blanca; abro la pequeña puerta de la cerca y atravieso al hermoso jardín para llegar a mi nueva casa. Al entrar, todo está oscuro, prendo la luz, mesas repletas de papeles y libros viejos, polvo por todos lados, ventanas sucias al igual que el suelo.

Caminé por los sucios y oscuros pasillos hasta encontrarme con una vela, la encendí y seguí mi camino con esa débil luz. Encendí cada luz y vela que encontré en mi camino; una vez que todo el lugar quedó iluminado comencé a limpiar y ordenar, luego llevé mis maletas a la habitación de arriba. Dejé mis cosas sobre la cama, y cuando quise salir, me encontré en el suelo, a la salida de mi habitación, un libro encuadernado en azul gastado. Lo tomé y lo abrí, la caligrafía era cursiva y tenía muchos garabatos.
Bajé las escaleras y me senté en un sofá rojo sangre frente a una fogata. Comencé a leer.
- Una mujer, cuyo esposo la abandonó, cuida de sus dos hijas. Un día, ella fue a buscar a su hija menor llamada Lucía - como yo - pero lamentablemente no llegó a buscarla... Un camionero la mató en el camino - igual que a mi madre -. Desde ese día la niña Lucía se sintió culpable por la muerte de su madre, ya que si no la hubiera ido a buscar, no habría muerto.
El fuego comenzó a moverse bruscamente, las ventanas eran golpeadas por el viento, las luces se prendían y apagaban, las hojas del libro comenzaron a moverse por cuenta propia.
Tiré el libro del miedo y en ese momento dejaron de moverse las hojas y quedó abierto en una que decía:
- Muere...
Escuché el aullido de un lobo y salí de la casa, comencé a correr y antes de que me diera cuenta ya estaba en el bosque. Mierda. El lobo me sigue, no paro de correr, hasta que caigo en un pozo. Veo a mi alrededor y hay cadáveres por todos lados, retrocedo y piso un cráneo.
- ¡No quiero morir! - grito con desesperación, con un nudo en la garganta.
Veo sobre mí la sombra de un lobo grande, el libro vuelve a aparecer frente a mí, pero esta vez dice:
- Lucía muere. Fin.

jueves, 12 de abril de 2018

Frente al espejo, mi rostro o el de otro

No encuentro la forma de explicar cómo me siento cada vez que recibo aquellas miradas de desprecio, asco y disgusto. Pero tampoco hay forma de que entiendan la satisfacción que experimento cuando logro apreciar el terror en la cara de mis víctimas.
Frente al espejo, observo mi reflejo: "un adolescente con problemas de autoestima, problemas que olvida cada vez que sale con sus amigos, pero también un chico que sufre del maltrato en la escuela". Algo típico. Normal. Aburrido.
Abro la canilla y con el agua que sale a velocidad limpo mi rostro salpicado de la sangre de una desafortunada persona que pasaba frente a mí en el momento menos indicado. Sonrío.
Ya en la escuela. Abro mi casillero intentando evitar la mirada de los demás. Es molesto ser el centro de atención para la gente que solo busca problemas. No entiendo qué es lo divertido de molestar a aquellos que lo único que quieren es ser ignorados.
El horario escolar está llegando a su fin, por lo que me apuro a llegar a la salida. Antes de lograrlo, dos de mis personas menos favoritas se cruzan en mi camino con el objetivo de arruinar mi vida. Una rutina.
Con un poco de esfuerzo salgo del tacho de basura al que fui lanzado violentamente. Adolorido por todos los golpes recibidos emprendo mi camino a mi casa. Una vez recostado en la comodidad de mi cama, me tomo el placer de dejar de lado mis tareas y llamar a mis amigos para relatarles cómo, supuestamente, yo lancé a un tacho de basura a aquellos que intentaban molestarme.
Mentiras.
Mentiras son las que cuento en mi día a día. Doy vuelta los sucesos para hacer ver que "yo" soy el coentro de lo importante.
Siempre me quedo esperando que se haga tarde para saltar por la ventana junto con aquel objeto filoso que escondo bajo un par de cajas apiladas sin ninguna utilidad.
Corro por las calles desoladas hasta legar al centro de una plaza, cerca de mi escuela, que frecuentan personas ebrias. Allí, me dejo caer sobre un árbol esperando que alguien pase por debajo mío.
Suelo buscar víctimas que se asocien con el tipo de maltrato que protagonicé ese día.
Creo encontrar a la persona adecuada cuando veo a un adolescente caminar adolorido y embarrado de basura, por lo que, con entusiasmo, salto sobre él, y sabiendo que nadie me presta atención, me encargo de apuñalarlo cuantas veces me parezcan necesarias para verlo sufrir.
Veo su rostro, sucio, desfigurado del terror y con una mueca de dolor puro, pero destrás de todo ese sufrimiento me veo a mí, llorando en el baño mientras que con un objeto afilado que tengo escondido bajo cajas sin ningún uso, desgarro mi piel intentando ver en el espejo las muecas de dolor que ocasiona la pérdida de sangre.
Y es ahí, cuando veo el brillo de sus ojos opacarse, que me detengo y lentamente vuelvo a mi casa sonriendo por haber visto el dolor en la cara de otra persona y no en la mía.

viernes, 2 de marzo de 2018

Tal vez hoy

Sonó el despertador por cuarta vez consecutiva.
Un suspiro profundo. Un desaliento. Un parpadeo.
Desde hace ya tres meses despertaba creyendo que sería el día.
"Amor", escuchaba en mi oído. Ella me llamaba, insistía.
Hace tiempo que no dormía a mi lado, pero su presentimiento de que hoy sería "el día" la había llevado a hacerlo.
Sostenía al bebé en sus brazos, tan pequeño, con su mameluco color verde claro y las mejillas coloradas. Parecía un engaño, algo increíble.
Una taza con té con leche se asomaba por la mesita de luz, acompañando al resto de la sucia vajilla abandonada a lo largo de los meses.
Al verlo, nada me generaba, tal vez algo de ternura, pero no el cariño que tendría que tenerle a mi propio hijo.
- ¡Mierda! - dijo sin la intención de insultar. - Mamá está abajo hace diez minutos. Tengo que irme. Hay churros en la cocina. Y otras facturas.
Y eso fue. Un beso y la esperanza de que hoy sería "el día", depositada en mi frente.

jueves, 1 de marzo de 2018

Cuando sea adulto...

Cuando sea adulto, tal vez ni cuenta me dé de que lo soy. Tal vez esté en mis 30, con cinco gatos (humanos o animales) en un silloncito, pensando cómo abonar el alquiler cuando estudié arte sabiendo bien que no pagaba lo suficiente. Por ahí me habría ahorrado esos mangos en alguna carrera que me dejaba en una oficinita, uniformado, atento a las órdenes de un jefe abusador.
En fin, tal vez mi adultez no me note, o yo no la note, pero sé que los años no pasarán en vano.
Porque cuando sea adulta, no lo notaré, pero sí sabré de las marcas que dejó mi adolescencia, y, cuando las comprenda, sabré que soy adulta.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Mi vida de película

Sonó el despertador anunciando la hora de despertarse; Susana se levantó y se hizo su té con leche como era habitual de todas las tardes mientras veía en la televisión a Chris Evans. Suspiró ensoñadoramente al ver al amor de su vida mientras colgaba entre el edificio y un helicóptero. Chispitas maulló exigiendo su atención, refunfuñando Susana fue a buscar el mameluco favorito de su gato. Sorprendida quedó cuando vio que la pequeña prenda se había encogido aun más. Chispitas la veía fijamente como si lo hubiese engañado, para que la perdonara le llevó su tazón con leche. Todo esto fue para que se volviera a ver tranquila la película. La casa se llenó de una luz encandilante. Tan pronto como vino se fue. Solo la pantalla quedó iluminada y Chris Evans la estaba mirando fijamente.
Susanta tuvo una urgencia de ir al baño a hacer caca de la emoción; trató de apurarse, no se quería perder este momento. Y no lo hizo, ahí estaba el guapo actor comiendo un delicioso churro bañado en chocolate y le ofreció uno a ella, quien sin un ápice de duda lo aceptó.
Así quedó esa casa, toda oscura salvo la televisón donde se puede apreciar a una señora de mediana edad con un hombre atractivo, ambos enamorados comiendo churros.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Ruleta rusa II

Sonó el despertador.
Estiré lentamente mis pies de jubilada, rozando lentamente las frías sábanas blancas.
Esperé hasta que el despertador dejara de sonar y se aplazara cinco minutos más, porque, seamos sinceros, estaba demasiado lejos para mi ánimo matutino.
Pero la alarma no cesaba,  y el poco amor que le tenía a la fría mañana de invierno murió en ese instante.
Fue cuando me harté y tomé lo primero que encontré de debajo de mi cama.
Sentí cómo mis dedos tocaban una tela suave. Mi mameluco para dormir. Lo así fuertemente y con toda mi furia matutina lo arrojé hacia el infierno incesante que no paraba de sonar.
Pero fui engañado, y esa tela tan sedosa y peludita no era lo que yo creía.
Miré mi mano.
Una extraña leche blanquecina supuraba de dos profundos orificios que atravesaban mi palma.
Corrí rápidamente las cortinas de mi habitación para que la luz penetrara un poco en el lúgubre monoambiente de dos por dos.
Sin embargo, me arrepentí inmediatamente al ver lo destrozado que estaba el departamento.
La caca estaba por todas partes.
En la cocina.
Chorreando de mis calzones.
Sobre los churros.
Sobre el gato.
En todos lados menos en el inodoro.
Uff, la fiesta había estado dura.
Cerré las cortinas, no sin antes limpiar un poco mi cuerpo con la tela.
Para ver eso mejor no veía nada.
Antes de que el último rayo de sol se extinguiera tras las oscuras ventanas, me miré al espejo que tenía enfrente mío.
Aprecié cómo ese destello final de luz rebotaba en el vidrio y alumbraba mis ojos rojos.
Esperen...
¿Rojos?

jueves, 16 de noviembre de 2017

Ruleta rusa I

Sonó el despertador. Me desperté en la habitación. No quería despertar a Fabián. Tenía que irme a trabajar, así que con ternura y suavidad toqué su cabello y le di un beso en la frente.
El amor que sentíamos era intenso y no pararía nunca, pero ese día todo iba a cambiar repentinamente y no lo sabía.
- Eu, te quiero, cariño.
Se había despertado. Era tan tierno verlo entredormido en la cama después de hacer el amor. Me terminé de cambiar y salí a la calle. Pasé por una tienda donde vendían mamelucos para bebés y pensé en ese niño que habíamos perdido.
¿Alguna vez tendríamos la posibilidad de formar una familia? Después de mi jornada volví del trabajo y me encontré con una nota de Fabián en la heladera. "Encontrémonos en la plaza de la esquina, tengo algo que mostrarte".
Fui a la plaza y me di cuenta del engaño porque no tenía nada para mostrarme. Solo nos pusimos a hablar y decidimos ir a tomar un café con leche. Después nos dirigimos al departamento, y al prender la luz, me mostró una torta con un estuche pequeño donde yacía un anillo.
- Belén, hemos pasado por mucho juntos y me parece que es tiempo de preguntártelo: ¿quieres casarte conmigo?
Acepté con lágrimas en los ojos de la emoción y, de la nada, empezamos a escuchar un maullido de un gato. Estaba en el marco de la ventana, solitario. Decidimos aceptarlo en nuestro hogar y llamarlo "caca" por un dios egipcio llamado así. Apagamos la luz y nos fuimos a dormir con nuestro nuevo integrante de la familia. Habíamos decidido ir mañana de noche a la playa y comprar churros para celebrar nuestro compromiso. Solo nosotros, bajo la noche estrellada.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Circulado III

Había empezado a leer la novela unos días antes. Al empezarla me pareció una historia encantadora, llena de magia. Hoy, la misma novela tiene un aire tétrico en sus palabras, ese entorno fantástico se convirtió en un ambiente macabro, lleno de suspenso. Tal vez era yo; entré a ver distintas opiniones en internet. O tal vez era mi vida y los giros que había tomado en estos últimos días. Donde ya no me sentía yo. Era como un ente aparte que veía mi vida desde una tercera persona.
Veía las mañanas en tercera persona, veía las preguntas en tercera persona, veía las peleas en tercera persona, veía cómo, sin mirarse ya, atados rígidamente a las tareas que los esperaban, se separaron en la puerta de la cabaña, en tercera persona.
Los observaba.
Me acerqué a la cabaña, y ahí yacía, junto con un hacha, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Circulado II

Había empezado a leer la novela unos días antes, cuando no tenía idea de lo que me esperaba, cuando no tenía idea de lo que estaba por venir.
Seguía con mi rutina día a día, me levantaba, me lavaba los dientes, me cambiaba, salía a trabajar, compraba un café de camino, en el viaje avanzaba unas hojas, subrayaba las frases más interesantes, entraba a trabajar, y continuaba con el resto de mis días. Aburrido. Vacío.
Hasta que volvía a casa, y la veía ahí. Deslumbrante como la copa del mundial del '96. Ah, no, pará, esa no la ganamos. Bueno, no importa.
La veo y me encanta.
La toco y me vuelvo loco.
Agarro la novela.
La abro, y me adentro de vuelta en la historia.
"Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña".
Ay, Christian se iba a ir a hacer cosas chanchas con Anastasia. Qué vergüenza.
Dejé el libro y suspiré.
Me gustaría un amor así.
Volví a abrirlo. Me puse a imaginar un amor como aquel, dejando que cayera mi cabeza en el sillón leyendo la novela.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Circulado I

Había empezado a leer la novela unos días antes. ¿Le gustaba? Para nada. Era de esas novelas que son puras palabras sin sentido, puestas ahí para rellenar ese manojo de hojas gigante. Pero tenía que hacerlo.
Quería tener algo en común con él, gustarle de alguna forma, o interesarle de otra, así podrían charlar por horas y horas de ese tema en especial.
Así, solo le hablaría y la vería a ella. A ella solita, otra vez, por horas, horas y más horas.
Fue entonces que empezaron a ocurrir cosas extrañas. En el pueblo apareció un cadáver no identificado de una niña. Y ese mismo día desapareció la hermana de él, de Agustín. A los pocos días se logró saber que era el cuerpo de su hermana pequeña, Ana. Lleno de impotencia fue al departamento de policía y decidió asesinar al posible culpable. Me pidió ayuda y así fui a acompañarlo hasta la casa del posible asesino. Nos concentramos en nuestra división de tareas. Sin mirarnos ya, atados rígidamente a la tarea que nos esperaba, nos separamos en la puerta de la cabaña.
Fue una sorpresa para nosotros cuando, al entrar a la casa, esta estaba vacía. Una leve luz asomaba al pasillo y un leve sonido le acompañaba. Los dos avanzamos sigilosamente hacia aquella misteriosa puerta. Ambos palidecimos ante lo que vimos: sangre iluminando la habitación, la televisión encendida y la cabeza decapitada del hombre en el sillón leyendo una novela.

viernes, 6 de octubre de 2017

Lluvia

Está lloviendo en Buenos Aires.
Paraguas y gruñidos.
                            Techitos y sonrisas.

Botas de lluvia y charquitos.
                             Zapatillas y barro.

Calmado escuchando música clásica.
                             Corriendo al compás de Bon Jovi.

Tres calles.
                   Dos calles.
                                      Una calle.
                                                        Pum

Encuentro.

Está lloviendo en Buenos Aires pero
para mí ya salió el sol.

jueves, 5 de octubre de 2017

El intrigante secreto de la muchacha y su tatuaje

Todos escondemos un secreto. (O eso decía mamá). Un algo que no queremos decir. Y ella no es la excepción.
Estaba en su mente todo el tiempo. Amaba a aquella semilla que deseaba ocultar: sabía que aquel fruto futuro no sería querido en el Edén. Pero deseaba cuidar ese árbol aunque no creciera en tierra prohibida y fértil.
Deseaba mantener aquello en secreto. La escuché decírselo a su tía. Le pedía ayuda y compañía en la tierra infértil. Ella la ayudó a regar aquel árbol como también aquel otro jardinero preocupado por el florecimiento de tal belleza. Lo observaron crecer por dos meses, cuando de repente, sentí cómo mis raíces se marchitaban. No pude respirar más. No la pude oir más... ni siquiera la sentía. Todo se había apagado y lo único que escuché fue el llanto a distancia de una bella pero marchita flor que no volvería a ser la misma después de aquel tatuaje.

miércoles, 4 de octubre de 2017

La verdad, no...

La verdad, no.
Dejame, te explico el por qué de esto. El por qué de hacer lo prometido cuando no tenemos a nadie corriéndonos si no cumplimos. El por qué nos quedamos con suficiente cuando esto muchas veces no es ni un tercio de lo que necesitamos. El por qué creer en un gran final cuando muchas veces esto no hace más que dormirnos y prohibirnos vivir el momento. El por qué creemos en una realidad que nos condiciona a vivir así nomás, pendientes de todo y a la vez atentos a nada. El por qué de las peleas sin razón porque no importa si son ingleses o no, si están felices o no. No importa si son como vos o no, si tienen metas y aspiraciones o no. Las peleas no tienen sentido. Y cuando ya pasan a un plano secundario y dejan de importar, te das cuenta de que de todo es o ya nada quedó.

martes, 3 de octubre de 2017

Discutimos anoche

Discutimos anoche.
Entre lágrimas pedí perdón.
No debí haber hecho tal cosa.
Adrián no se lo merecía.
Ante esta situación sucedió esto.

Tengo su cuerpo. Oí música melancólica todo el día de hoy. Ya me puse a desarmar las cajas repletas de fotos sabiendo que no hay vuelta atrás. Sabiendo que todo acabó.

No puedo parar de sentirme y actuar como él. Lo que me encantaría volver atrás las cosas. Seguramente él se debe sentir peor porque dejé la remera de Marcos en la pieza con un peluche que me había regalado. Ojalá esté bien...

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Discutimos anoche.
Entre lágrimas dije que me dolió.
Obviamente no debió haber hecho tal cosa.
Ante esta situación no sabía cómo actuar.
Recuerdo cuando estaba todo bien y de la nada esto sucedió.

Estoy en su pieza, con su cuerpo. Oso de peluche en su escritorio. Otra remera en su cuarto. Otro corazón roto para su colección. No puedo parar de actuar como ella, hablo con ese tal Marcos, lo veo en el trabajo, lo tengo que besar.

Todo esto es una tortura pero se que todo será mejor mañana...

lunes, 2 de octubre de 2017

El intrigante secreto de mi bebé y su tatuaje

Parí el 3 de abril en un hospital de La Matanza.
Mi bebé nació sano, pesando lo necesario.
Era otoño.
El bebé no lloraba.
Era calmado.
El bebé me miraba con sus grandes ojos marrones.
El bebé lo sabía.
Le puse música al bebé.
Miraba el techo.
Me acosté y lo sentí.
El bebé también.
El bebé lloraba.
¿Sentía el mismo dolor que yo?
Espero que no.
Las hojas caían.
El bebé se calmaba.
Vi cómo un pequeño tatuaje se le empezaba a formar en el antebrazo.
El mismo tatuaje que había desaparecido de mi piel.
Morí el 3 de abril en un hospital de La Matanza.
Y aunque este mundo lo dejé sin pena ni gloria, sé que mi legado va a continuar.
De generación en generación.
Y así cumplir su prueba final.
Sobrevivir.