Sí, ya lo sé, es muy ordinario escribir una carta cuando vas a acabar con tu “hermosa” vida pero... no encontré otra forma de hacerlo. La verdad, no entiendo por qué estoy escribiendo esto. No tengo alguna persona a la cual le pueda agradecer algo. Tampoco tengo ganas de decir perdón por todas las cosas que hice o dije. A decir verdad, estoy orgullosa de ellas. Creo que solo hago esto para sentirme importante. Para que alguien sienta pena por mí. ¿No creen que sea lindo? ¿Estar pensando en los últimos momentos de tu vida si alguien va a sentir pena por ti? Yo no lo creo..."
Tiró el bolígrafo al piso y con la manga de su sweater se secó las lágrimas. << ¿Qué, no puedes hacer nada bien? >> pensaba al tiempo que se levantaba y caminaba hacia el baño.
— ¡Oh, claro que no puedes hacer nada bien! — susurró. Se lavó la cara y se vio en el espejo practicando sus sonrisas.
—Es imposible — le decía su subconsciente. — Te las has acabado.
Negó con la cabeza, y se agachó tocando los azulejos hasta que encontró el suyo. El que estaba suelto. Sacó de ahí el pote con las pastillas viendo que le quedaban un poco más de la mitad. Se levantó y se volvió a mirar en el espejo.
— ¿Qué más da? — se dijo. — Algún día tenía que pasar.
Sacó la tapa del frasco y se tragó todas las pastillas de una. Mientras volvía a su cuarto podía sentir los primeros indicios de que los medicamentos habían funcionado. Le temblaban las piernas, su vista se volvía borrosa y llegó a pensar que no podría llegar a su habitación. Pero lo logró. Cuando sintió que ya era el fin escuchó una voz fina, se dio vuelta para ver a su hermanita, quien tenía la cara roja y llena de lágrimas. La escuchaba gritando, llamaba a mamá. Ella no sabía que no iba a lograrlo, que para cuando llegara mamá, ya estaría muerta. Casi sentía pena por ella.