viernes, 25 de septiembre de 2015

Un suicidio cualquiera

"Hola a quien sea que haya encontrado mi cuerpo sin vida:
Sí, ya lo sé, es muy ordinario escribir una carta cuando vas a acabar con tu “hermosa” vida pero... no encontré otra forma de hacerlo. La verdad, no entiendo por qué estoy escribiendo esto. No tengo alguna persona a la cual le pueda agradecer algo. Tampoco tengo ganas de decir perdón por todas las cosas que hice o dije. A decir verdad, estoy orgullosa de ellas. Creo que solo hago esto para sentirme importante. Para que alguien sienta pena por mí. ¿No creen que sea lindo? ¿Estar pensando en los últimos momentos de tu vida si alguien va a sentir pena por ti? Yo no lo creo..."

Tiró el bolígrafo al piso y con la manga de su sweater se secó las lágrimas. << ¿Qué, no puedes hacer nada bien? >> pensaba al tiempo que se levantaba y caminaba hacia el baño.
— ¡Oh, claro que no puedes hacer nada bien! — susurró. Se lavó la cara y se vio en el espejo practicando sus sonrisas.
—Es imposible — le decía su subconsciente. — Te las has acabado.
Negó con la cabeza, y se agachó tocando los azulejos hasta que encontró el suyo. El que estaba suelto. Sacó de ahí el pote con las pastillas viendo que le quedaban un poco más de la mitad. Se levantó y se volvió a mirar en el espejo.
— ¿Qué más da? — se dijo. — Algún día tenía que pasar.
Sacó la tapa del frasco y se tragó todas las pastillas de una. Mientras volvía a su cuarto podía sentir los primeros indicios de que los medicamentos habían funcionado. Le temblaban las piernas, su vista se volvía borrosa y llegó a pensar que no podría llegar a su habitación. Pero lo logró. Cuando sintió que ya era el fin escuchó una voz fina, se dio vuelta para ver a su hermanita, quien tenía la cara roja y llena de lágrimas. La escuchaba gritando, llamaba a mamá. Ella no sabía que no iba a lograrlo, que para cuando llegara mamá, ya estaría muerta. Casi sentía pena por ella.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Ryan

Como mariquita, la vida es difícil.
Eso de tener pequeños lunares está taaaaaaaaan fuera de moda.
Incluso los saltamontes se burlan de nosotras, diciendo cosas de nuestras pequeñas motitas blancas y naranjas, cuando ellos tienen un color tan anticuado. ¿Verde? ¡Por favor! Más viejo que la misma Mirtha Legrand.
Como sea, es horrible. Cada vez que algún niño nos ve, empieza a gritonear y a llamar a alguno de sus otros compañeros para atraparnos. Hay otras situaciones en las que nos arrancan nuestras débiles y pobres alitas.
Se debería hacer justicia, y encadenar a estos horribles mocosos, ¡Así las mariquitas serán libres y podremos pasearnos por donde se nos dé la maldita gana!
Además de los saltamontes, hay muchas otras especies de insectos que nos detestan: moscas, hormigas, cucarachas e incluso las abejas, quienes son odiadas por todos, pero al parecer se olvidan.
La vida siempre es dura para una mariquita.
Pero debemos aceptarlo, porque... ¡LAS MARIQUITAS DOMINAREMOS EL MUNDO!

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Madre

- Mamá, mamá - llamaba la pequeña niña, de unos aproximados ocho años de edad, mientras sostenía su muñequita de trapo.
Sus curiosos y gigantes ojos avellana buscaron la esbelta figura, pero al pasar habitación por habitación seguía sin encontrarla.
<< Ya no está >> escuchaba que decía su muñequita.
<< Ya se fue >> volvía a oír.
<< Vete a dormir >> le ordenaba.
- Pero quiero a mamá... - murmuraba lastimosamente la pequeña, abrazándose otra vez a su compañerita.
<< Te lo advertí >> volvió a oír la niña, pero hizo caso omiso, y abrió la última puerta del largo pasillo, encontrando la impactante escena.
Lágrimas se acumularon en sus ojos, palabras no dichas en su boca, y lo único que pudo hacer fue caer de rodillas en el suelo de madera y sollozar.
Estaba ahí.
Su madre estaba ahí.
Colgada.
Muerta.
Pero igual de bonita como siempre, su madre.
Salió de su shock, y como una autómata, caminó lentamente hacia ella.
Dejó su muñeca en el piso, como si no le importara.
Al llegar donde estaba su madre, levantó la vista hacia su rostro, encontrándolo morado y, claramente, sin vida.
Pero aún seguía siendo bonita.
Y la abrazó.
No sentía su calor corporal, pero ahí estaba.
Su madre.
Era ella, no había duda alguna; podía sentirlo.
Y agarró más fuerte su rosado vestido, arrugándolo.
Claramente estaba ahí.
Su mamá.

martes, 22 de septiembre de 2015

Acantilado

Una fría neblina llegaba desde la bahía atravesando los bosques. Al filo de la muerte, él pensaba que su situación era desesperada. Comenzó a recordar cómo había llegado allí, aunque todas las razones de ese intrépido escape parecían insulsas y vacías.
Así que Zul, colgado de un viejo árbol blanco, miró hacia abajo, anhelando volver a donde había estado unos minutos atrás, con esa bestia, la más salvaje del lugar, pero a salvo.
Había sido un milagro que se hubiera salvado, por fin volvería con esa persona, la razón de su vida, por lo que él luchaba todos los días; pero... No pudo, sus fuerzas eran inútiles, su cuerpo dejaba de reaccionar. Él moriría, ahí, solo. Se puso a reflexionar. ¿Para qué había hecho esto? ¿Para sentirse vacío e inútil? Tal vez no se debería de haber escapado, si no lo hubiera hecho seguramente estaría mejor y en la tranquilidad del silencio de sus pensamientos.
Lo decidió. Todo lo que había hecho era inútil. ¿Para qué seguir con su vida? Se puso al filo del acantilado, cerró los ojos y se dejó caer.
Por lo menos ya estaba en paz consigo mismo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

La despedida

Una fría neblina llegaba desde la bahía atravesando los bosques. Al filo de la muerte estaba él, sin salida, luchando con todas sus fuerzas por mantenerse con vida. Luchaba con lo que podía, él era la salvación y la única salida, no podría defraudar a todas las personas que confiaban en él. Las muertes que había vivido. Ver a sus seres queridos morir no sería en vano. Tenía que luchar, aunque fuera lo último que hiciera, sus reflejos le estaban fallando, ya era la cuarta vez que se tropezaba; sus manos llenas de barro, y su aliento le estaba faltando; se escondió detrás de los arbustos haciendo ruidos de pájaro para pasar desapercibido. Al parecer eso no funcionó, porque cuando salió de su escondite al pensar que estaba seguro se encontró con él.
Y, asustado, cerró los ojos, y se dejó llevar.
Pensó en su familia, la que había muerto trágicamente luego del terrible "accidente" que sucedió años atrás, en el cual él había estado presente.
En su novia, a la cual, si bien lo había dejado antes de todo esto, aún quería.
Pero especialmente, pensó en su mejor amigo, quien ahora lo estaba apuñalando, con una sonrisa sin emociones, una sonrisa falsedad.
Aunque él sí sonrió.
Por los viejos tiempos, por las viejas risas, por sus lindos antiguos momentos.
- Adiós - dijo, sonriéndole suavemente, y dejándole un beso en su brazo.
Cerró sus ojos, y se dejó caer ante la muerte.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Al final del camino, al comienzo del camino

Una fría neblina llegaba desde la bahía atravesando los bosques. Al filo de la muerte, el joven pelinegro se encontraba del otro lado de la ciudad buscando a su perra perdida en la playa. Se había escapado, hacía tiempo se había escapado.
Tenía la oportunidad de huir, de comenzar una nueva vida, pero repitiendo todo otra vez. no quería hacerlo. La presión que sentía dentro de él hacía que solo quisiera quedarse ahí, mientras su mente divagaba con cosas como fallecer.
Las vendas bajo sus brazos hoy se encontraban más apretadas que nunca y su cabello se veía aun más desprolijo que de costumbre, a la par que sus ropas de talla extra grande.
Nacer en un cuerpo equivocado era algo difícil, y hoy se notaba más que nunca. Sus pensamientos iban a ganar. Hoy todo iba a terminar. Todo su sufrimiento iba a cesar y él por fin iba a ser libre.
"Solo debo irme a dormir", pensó mientras subía a una de las rocas empinadas. "Para poder comenzar a soñar..."
- Adios, Alanis - dijo con todo el orgullo del mundo -. Y hola, Alan - finalizó, saltando al agua helada.

sábado, 19 de septiembre de 2015

La lluvia intromisión...

La lluvia intromisión opacó al sol brillo que había iluminado y sofocado toda mi semana.
¡Al fin! Me encontró sonriendo y esta vez no era una sonrisa falsedad. No era alegría fingimiento.
Esta tormenta perfección era la excusa ideal para no salir de mi casa. Las calles anegadas formaban un lago infinitud que hacía imposible cruzar a la acera de enfrente.
Aunque tratara de irme era una fuerza inutilidad ya que lograrlo era imposible. Mi madre siempre decía que aunque viviéramos en un país pequeñez, el mundo era enorme, lleno de mares abundancia y tierras por conocer. Tenía la oportunidad de hacerlo; aun así, ni siquiera quería salir de mi casa.
Mi llanto opacidad por los ruidos de afuera no alcanzaba a distraer a mi mente audacia que vivía recordándome mis errores, por más que hiciera todo lo posible para que no sucediera.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Redball

Estaba en el parque, enfrente de la casa de mis primos chetos, cuando avisté a uno de ellos, el menor, que venía por la vereda de enfrenet con una pelota en la mano. Pasé por su lado y le pregunté por qué no picaba esa pelota, así una llama de vida se prendería en su interior y algo interesante ocurriría en su solitario y extraño mundo, enjambrado con fantasías y sueños, los cuales nadie nunca alborotó en lo más mínimo, ya que no reunieron el valor suficiente y por ello no lo hacían, o simplemente porque no pudieron.
Ese intratable chico ya me debía desde tiempo atrás el cumplimiento de una promesa, una promesa que sería la puerta para que muchos vean de otro modo al huraño y a su insípida forma de vida.
Él, silencioso como de costumbre, y yo, la insensata de siempre, cortamos la conversación.
su miedo a que esa simple e insignificante pelota se pinchara recibía la atención constante de los desconocidos.
El estado del chico llegaba hasta el punto de la paranoia.
Esa bola de goma roja tenía algo especial que notoriamente había cambiado la vida de mi primo por completo, en la cual hubo, hasta la última vez que lo vi, un tenue pero salvaje color.
Él había madrugado esa mañana. Seguramente fue a una de esas maravillosas convenciones frikis. En cierto punto, hasta yo pincharía su burbuja.
Así esta se abriría y mi ingenuo primo caería, de una vez por todas, en el mundo real.
Que él fuese, en algún punto, del todo normal, siempre me pareció algo imposible. Sin embargo, al verlo ahora, en persona, luego de todos esos años que no lo hacía, esa esperanza ya no me parecía tan lejana.
Era el momento de hacer cumplir su promesa.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Cajita musical

Era de mañana, lo sabía, el fuerte sol iluminaba mi rostro. Me levanté del manto al que llamaba cama y salí de los cartones a los que les decía casa. Era otro día donde no tenía para comer, otro día en el cual tendría que robar para sobrevivir. Me pregunto qué pensarían mis padres si me vieran así en estos momentos, seguramente estarían decepcionados, ya que su querida niña, la que criaron con tanto cariño, robaba. Pero no servía de nada pensar en estas cosas ya que ellos no podrían verla más. Ellos murieron asesinados por el emperador, ese hombre que algunos alababan pero yo creía que era alguien repugnante.
Mientras, caminaba por el bazar para ver si había alguien lo suficientemente distraído para robar. Nadie, el lugar estaba vacío, no podía tratar de conseguir algo. Mi estómago rugió por el hambre, era lógico, luego de no comer por tres días. Tuve que utilizar mi último recurso, algo que solo usaba en momentos desesperados, el baile. Y comencé a bailar como solía hacerlo cuando mis padres seguían con vida, pues ellos me habían enseñado todo lo que sabía.

*    *    *

La gente se acumulaba alrededor de ella, nunca habían presenciado un baile tan hermoso, era como si un hechizo estuviera sobre ellos. Pero el Imperio estaba en una situación económica difícil, pues el emperador se llevaba todo con los impuestos. La chica no logró conseguir demasiado pero era suficiente para comprar algo para alimentarse.
Mientras caminaba sintió a alguien sujetándole el brazo y le taparon los ojos. Y en ese momento, todo se volvió oscuro.

Cuando recuperó la conciencia, todavía no podía ver nada y sentía cómo sus brazos y piernas estaban atados.
- ¿Conseguiste algo bueno? - escuchó a alguien, posiblemente hombre por su voz grave y rasposa, preguntar.
- No, solo a esta chica, aunque no es muy bonita - habló otra voz.
Ella trató de gritar por ayuda, pero había un detalle del que no se había percatado: estaba amordazada.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Voces sin rostro

Había una vez, en medio de la Segunda Guerra, una pequeña muñeca. Siete años tenía ella y le encantaba jugar, más con su hermano, el extraño cazador oculto, uno de los más hábiles del lugar. Familia no tenían, más que el gato negro de la esquina, un felino tan ruidoso que, a mitad de la noche, su grito de guerra podías escuchar. Siempre hambrientos los hermanos estaban, ya que sólo comían y bebían lo poco que encontraban. Ellos siempre ignorados, al costado de la sociedad. Eran voces sin rostro que nunca nadie iba a escuchar. Hasta el 27 de septiembre, un hermoso día de primavera en que un carro nupcial paró enfrente de ellos. Una adorable pareja bajó y los miró desde la cabeza a las pantorrillas. Les pidieron que vivieran con ellos sin nuevas complicaciones cada día.
- He resucitado - dijo el hermano mayor al ver que los dos un nuevo hogar tendrían.
La pareja lo miró por la rara expresión que el joven había usado.
La mujer y el hombre se pusieron a discutir, ya que pensaban en un nombre propio para cada uno de sus nuevos hijos.
Los niños subieron al auto y a su nuevo hogar llegaron. Muy felices de por fin en una familia haber estado.

martes, 15 de septiembre de 2015

El asesino de la Gran Manzana

Había una vez en un oscuro callejón de Manhattan, Nueva York, un cuerpo en descomposición. Este le pertenecía (o le había pertenecido) a un cazador oculto que había sido encontrado. Se hacía llamar "Gato Negro" y trabajaba con los terroristas de la zona asesinando personas.
Cuando estas lanzaban su último grito, su último grito de guerra, era cuando él había cumplido su función. Él los masacraba. Uno de sus casos más conocidos había sido cuando había comido la carne de ese hombre y bebido su sangre.
Se hallaba de costado cuando agonizaba recordando las voces sin rostro de sus víctimas.
La policía pasó, incluso un carro nupcial, pero su muerte seguía pasando desapercibida.
No había salida, sus pantorrillas estaban amarradas juntas imposibilitándole el movimiento; en ese momento no tenía idea de las nuevas complicaciones que vendrían.
"He resucitado", dijo con sus últimas fuerzas, "porque mi muerte anterior fue mi vida, y esto que ha pasado mi descanso, que acabará pronto, y me traerá de vuelta".
Y así fue como Hugh Walker, su nombre propio, el asesino de la Gran Manzana, se despidió para ¿alguna vez volver?

lunes, 14 de septiembre de 2015

El sol brillo...

El sol brillo. Me levanté más cansada que cuando me acosté, uno diría que cuando se duerme se recuperan energías. Pero la verdad es que yo soy inmune a la energía, por eso tengo una alegría ficción para que la gente no se de cuenta de mi sonrisa falsedad.
Algunas personas dirían que tengo mente audacia por crear algo que no es; por ejemplo, este texto no es verdad, lo está escribiendo una chica normal con una fuerza inutilidad para encajar cada palabra, puede que esto solo lo lleguen a leer menos de cinco personas, a lo mejor este texto termine en un lago infinitud o en un mar abundancia.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Cómo guiñar un ojo (para principiantes)

Un guiño es una expresión facial hecha con un breve cerrar de ojo.
Guiñar un ojo no es tarea fácil. ¿Qué se necesita? Lo primero: un par de ojos (aunque si son más de dos también es posible realizarlo); por ende, es necesario ser poseedor de una cara. Si no la tienes, lamento decirte que estas instrucciones no van a servirte, a menos que tengas tus ojos situados en otro lugar de tu cuerpo. Aunque esto sería raro. Como sea. Para guiñar un ojo debes lograr juntar y separar rápidamente el párpado superior e inferior de un ojo mientras el otro permanece abierto.
Para guiñar un ojo, lo primero que debes hacer es relajar tu rostro. Luego, tienes que concentrarte muy bien (escuchar música épica de fondo ayuda).
Para el siguiente paso es muy importante no equivocarse. No puedes cerrar ambos ojos. El guiño consiste en presionar uno. Solo debes juntar y separar rápidamente el párpado superior e inferior de uno de tus ojos mientras el otro permanece notoriamente abierto.
Por último, sólo ten cuidado de dónde realizas esta acción, ya que si lo haces en un lugar equivocado corres riesgos de recibir una respuesta un poco incómoda o dolorosa.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Recuerdos

Michael tomó asiento en la alfombra de su pequeño balcón y suspiró.
Las cosas habían cambiado.
No podía seguir así. No de esa forma.
Necesitaba irse de ese lugar. Escapar. Una nueva vida. Un nuevo comienzo.
Dejarlo atrás.
A él.
Al posible amor de su vida.
Esbozó una melancólica sonrisa. Lo extrañaba. Mucho.
Lo amaba tanto.
Aún recordaba cuando salieron por primera vez.
En esa noche fría de invierno, azul como sus ojos. Un azul tan profundo como el océano, tanto, que podía perderse en ellos.
Y sus rubios cabellos, tan rubios como la luna y las estrellas en ese momento.
Con la nieve cubriendo la mitad de sus piernas, habían danzado hasta el amanecer.
Incluso se habían besado, y un torbellino de mariposas se había instalado en su estómago.
La sensación perduraba.
Aún podía sentirlo. Ahí, a su lado, abrazándolo suavemente y susurrándole cosas bonitas, "te quiero" infinitos.
Tragó sus lágrimas, y, con un nudo en la garganta, trató de apartar esos recuerdos.
Debía irse.
Ahora.
No había tiempo para despedidas.
Tenía que dejar atrás esa ciudad, y a ese rubio de ojos azules como la noche misma.

viernes, 11 de septiembre de 2015

La ruleta

Había una vez un bello simio llamado Umpalumpa, el cual quería ser un futuro cazador oculto, y así enorgullecer a su familia.
Tomó a su mascota, un escuálido gato negro, y salió de su casa rumbo a una aventura. Pero antes de hacerlo, tenía que cumplir con un rito, una tradición que se había hecho desde hacía siglos en su familia. Se subió a una roca y lanzó lo más fuerte que pudo un profundo grito de guerra.
Y así, se despidió de su hogar para comenzar con la travesía.
Era de noche, no había comido ni bebido desde que salió de su casa.
La noche lo cubría todo, la luna no había salido y las estrellas, en un vago intento de iluminar el cielo, brillaban cual diamantes.
Nuestro simio se acostó de costado sobre el frío suelo para tomarse una ligera siestita y luego seguir con su rumbo.
De repente, voces sin rostros surgieron de la oscuridad, hablando de una tragedia, de una masacre y de un extraño carro nupcial.
El cuerpo de Umpalumpa comenzó a prenderse fuego, desde la cabeza hasta las pantorrillas, pero extrañamente no los pies.
Estas nuevas complicaciones en su aventura no ayudaban mucho. Sin embargo, su gato, Cherry, soltó un grave maullido, al cual una voz se interpuso.
Esa estruendosa vocecita gritaba constantemente: "¡He resucitado! ¡He resucitado!"
Temeroso, Umpa tomó su cabeza entre sus manos. Asombrosamente, la voz se calló, pero su dedo índice comenzó a hacerle cosquillas.
El simio miró su mano derecha. En uno de sus dedos se había formado una pequeña cara.
- Hola - dijo Umpa, con miedo en su interior.
La cara cerró sus ojos.
- Me das escalofríos - continuó el simio -, pero a la vez ternura, así que te llamaré Gorgopichu.
Gorgopichu frunció el ceño, evidentemente molesto.
- ¡Hey! - exclamó la cara - Tengo nombre propio.
- ¿Y cuál es? - le preguntó.
En ese preciso momento la extraña cara de su dedo comenzó a brillar y a largar fugaces chispas que explotaban en pequeños fuegos artificiales que despedían brillantina.
La luz era tan llamativa e incandescente que el simio tuvo que cerrar sus ojos.
Luego, la luz se apagó.
Umpa abrió sus pequeños ojos marrones y para su sorpresa la carita se había ido y en su lugar había dejado una margarita violeta.
Así, el primate volvió a estar solo, solo con su gato, en la infinidad de ese oscuro bosque, pero esta vez con el color que le brindaba la preciosa flor, la cual le daba ánimos y esperanzas para continuar con su travesía.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Noche estrellada

La noche apareció sobre el pueblo.
Las estrellas iluminaban más que la luz de las casas. De a poco las luces se fueron apagando haciendo que el cielo brille aún más.
Las constelaciones aparecieron, mostrando las diferentes historias que se ilustraban en ellas.
Una estrella fugaz, y un deseo por cumplir.
El cielo muestra su lado más hermoso cuando se oscurece y aparece la luna.
Las estrellas se mueven haciendo una hilera que sigue hasta desaparecer por la montaña.
Todo se vuelve negro. Las estrellas desaparecen dejando solo a las más lejanas decorar el cielo.
Lluvia de estrellas.
Luz que cae como gotas de lluvia alumbrando el cielo por algunos minutos. Las estrellas vuelven.